Época: Primera mitad II Mil
Inicio: Año 2000 A. C.
Fin: Año 1500 D.C.

Antecedente:
Primera mitad II Milenio



Comentario

En el extremo opuesto de los territorios frecuentados por los estados mesopotámicos se encuentra Palestina, que a lo largo de la primera mitad del II Milenio experimenta una época de fuerte presencia egipcia, como consecuencia de la actividad expansiva de los faraones de la XII dinastía que, sin embargo, no establece un imperio territorial, sino intensos lazos comerciales con los centros en los que se articulan las redes del tráfico caravanero entre Mesopotamia y el Mediterráneo, como Alalakh, Ugarit, Biblos, Meggido, Gaza y tantos otros. En muchos de ellos se han descubierto materiales egipcios, pero hasta el momento el que presenta un mayor influjo cultural nilótico es Biblos, que desde mucho tiempo atrás mantenía estrechas relaciones con los egipcios. Estos se abastecían aquí de madera de cedro para la construcción, siguiendo el procedimiento denominado como economía del don y el contradón, una especie de intercambio de regalos entre individuos normalmente del mismo estatus que pretende mantener el equilibrio y la reciprocidad sin dar la apariencia de actividades comerciales.
La literatura egipcia contemporánea, como el cuento de Sinuhé o los textos de execración, da una imagen de la región sirio-palestina habitada por gentes bárbaras, nómadas dirigidos por jefes tribales, vinculados a hábitats urbanos. Este proceso de urbanización se acelera a lo largo del siglo XIX, con la consolidación del sistema de economía palacial. Estas ciudades-estado no imponen la sedentarización de los pastores que deambulan por los territorios interestatales y que terminan infiltrándose en el Delta del Nilo, aprovechando el declive del poder central egipcio tras la desaparición de la XII dinastía. Precisamente los jefes tribales de tales grupos recibirán el nombre de hicsos, que significa jefes de los países extranjeros. Estos hicsos, asentados en el Delta, establecen una capital propia en Avaris y terminan configurando una línea dinástica en Egipto septentrional.

Algunos autores han pretendido establecer una relación entre estos nómadas y los patriarcas bíblicos. El problema fundamental se plantea en torno a la incertidumbre cronológica de los patriarcas. En efecto, los estudiosos de la Biblia discuten el origen del periodo patriarcal y mientras unos lo sitúan como consecuencia de la caída de la III dinastía de Ur -para justificar así la salida de Abraham de la ciudad sumeria- en torno al 2000, otros consideran que no son más que un par de siglos anteriores a Moisés, es decir, de la segunda mitad del siglo XV. Ningún argumento irrefutable puede inclinar la balanza, por lo que la adopción de una solución intermedia -frecuente en la actualidad- no es necesariamente la mejor, frente a lo que postula la máxima de la "aurea mediocritas".

En cualquier caso, parece aceptable que los patriarcas son pastores de ganado menor en vías de sedentarización, como resultado del aumento de la cabaña bovina y de la práctica de una agricultura estacional. Temporalmente, una parte de la tribu vive en las zonas de pastoreo, mientras que el resto continúa en las aldeas que progresivamente se van haciendo más complejas y conviven con otros centros típicamente urbanos, como pone de manifiesto la arqueología, con la abundancia de centros fortificados. Se trata, por tanto, de una sociedad dimorfa, en la que se integran y se repelen dialécticamente las formas culturales y de relación social propias de la ciudad y de la tribu.